En la Memoria -2: Latidos



Leer antes... En la Memoria -1: La Obra ha Comenzado


¡Cuántos latidos acaecidos desde el primer instante!

¡La Vida multiplicándose en estallidos inconmensurables!

¡Un espectáculo inigualable en cada rincón del universo!

La existencia va tomando formas diversas, cada vez más intrincadas y aun así plenas de simplicidad.

El Creador y su Creación… ¿Dónde acaba y dónde empieza?
No hay en Él ni el menor atisbo de separación.
Siempre ha sido así, es y será… Uno.


En sus sueños vislumbra creaciones aún más delicadas…

Un latido, dos, tres…

―¡Ya llega!
Un largo túnel oprime mi pequeño cuerpo.
Consigo percibir un punto de luz a lo lejos.
Gritos desgarradores me hacen empequeñecer aún más.
Unas manos frías me toman. Un golpe seco me zarandea y despierto casi ahogado por el llanto.
Sensaciones incomprensibles me aturden, cierro mis ojos agotado ante el esfuerzo realizado.
A mi lado movimientos rápidos, sonidos nuevos que intento comprender, ¡vana tentativa!
―¿Dónde estoy?
―¿Qué ha ocurrido?

Antes me sentía flotar y ahora todo es pesado y tosco.
Despierto. Unos brazos me sostienen meciéndome suavemente. La luz parece llenar todo el espacio que me rodea. Necesito más calor, siento un dolor agudo en mi pequeño cuerpo.

―¡Tiene hambre!

Un instante después algo caliente siento rozando mis labios, comienzo a succionar instintivamente y el dolor desaparece paulatinamente. Vuelvo a entrar en un profundo sueño, imágenes incomprensibles surgen de la nada, todo se vuelve confuso…

―¡Rápido, avisa al doctor!

Entre vómitos y llantos consigo abrir los ojos, el dolor es intenso, mi consciencia no puede soportarlo y entro en un oscuro túnel sin fin…

Los días y las noches a duras penas voy pasando. Los intentos del doctor no parecen tener las consecuencias deseadas. La desesperación es palpable en el ambiente y mi pequeña alma parece haber tirado la toalla, el cuerpo que me aloja, el que con tanto mimo y dedicación me he esforzado en dar forma durante meses junto con mis padres parece haber llegado al final. Todo esfuerzo resulta ser inútil. Los viajes a distintos hospitales han sido en vano. No parecía haber solución y una mala noticia aumentó la desesperación: un niño de la aldea con los mismos síntomas acababa de fallecer.

¿Qué impedía que este pequeño ser pudiera seguir existiendo?
Yo no quería abandonar mi pequeño mundo tan temprano, tenía que esforzarme aún más. Un ligero sueño me fue venciendo. Un instante y me vi envuelto por una luz, un bálsamo de paz inundó mi ser. Comencé a recordar el propósito de mi vida… sabía que no sería fácil llevarlo a cabo. Contemplé las dificultades que me acompañarían durante años; pero no estaba solo, unos lazos invisibles me unían a la Luz de la Vida. Por fin todo volvía a cobrar sentido nuevamente.

Mi corazón latía agitado, arrítmicamente. El tiempo parecía detenerse cuando, de pronto, el estruendo de una voz traspasó la portezuela, aún jadeando mi abuela comunicó a mis padres que una curandera de un pueblo cercano podría ayudarme.

―Nada se perdía por intentarlo, -les recalcó alborozada.

Mis ojos contemplaban absorto las altas montañas, mientras el traqueteo del coche que nos llevaba nos acercaba apresuradamente a la vivienda de tan “especial” persona. Parca en palabras me tomó en sus brazos posándome en una desvencijada mesa. Tras explorarme con sus manos me envolvió el vientre en gasas.

―Dejádsela puesta siete días y traédmelo.

Las papillas a partir de entonces dejaron de ser una tortura para mí, los vómitos cesaron súbitamente. El color de la vida volvió a cubrirme.
La siguiente visita a la curandera cambió el gesto en todos, lo peor parecía haberse quedado atrás y la esperanza dio un giro a mi vida. Podía seguir aprendiendo a vivir, a comprender, a amar.



Ángel Khulman