- Casi todos enviamos mensajes pero no dialogamos.
- Estamos acostumbrados a que los demás nos den la razón.
- Si las personas que se relacionan no están dispuestos a re-elaborar lo que piensan con base en lo que el otro le transmite, no habrá diálogo.
- Si los individuos se ponen de acuerdo en forma absoluta, se acaba el diálogo.
- El diálogo sólo perdura si las personas que lo utilizan lo ven como una herramienta creativa.
- Si el diálogo se utiliza para satisfacer egos, rápidamente se marchita.
- Siempre habrá puntos de discordia que deberán ser explorados y profundizados por medio del diálogo, que son los puntos que hacen creativa y fructífera la relación.
- Una relación de ese tipo –creativa y fructífera para los dialogantes– se va convirtiendo en un verdadero vínculo “cuántico”.
- Las personas terminan siendo cómplices y exploradores de sus desacuerdos más que de sus coincidencias. Así, la relación se vuelve fluida.
- Se va convirtiendo en una relación con una base común –interés mutuo– pero en donde los dialogantes tienen cierta percepción no explícita de sus vacíos, falencias, debilidades y hasta temores, y de los del "otro", pero no los utiliza para “ganar” la discusión sino para ayudarlo a avanzar.
- Si esa percepción –que puede bordear intimidades– se hace explícita, puede perder la magia. Sólo un alto nivel de confianza sería el complemento.
- No es fácil conseguir un grado de relación de este tipo. Se necesita cierta predisposición, sensibilidad, capacidad crítica y mucho amor humano para construir este tipo de vínculo dialogante.
- Nuestro pueblo necesita que construyamos vínculos de esta clase.
- Una fuerza construida con esos vínculos es indestructible. Lo demás se diluye.
Agradecimientos a Fernando Dorado